
Residencia Sagrado Corazón de Jesús: Celebraciones
La sucesión de los años, los meses, los días, nos mantienen inmersos en un ir y venir continuos y muchas veces hacemos las cosas de manera rutinaria. Pero, de vez en cuando, hay algo que sucede y nos resitúa, nos hace caer en la cuenta de nuestro entorno y de nuestro propio yo y el de los demás.
Porque no hemos nacido para vivir aislados y necesitamos de los otros para sabernos vivos, para reconocernos seres sociales necesitados los unos de los otros, aunque no nos demos cuenta de ello.
La vida es, en todo su conjunto, diversa.
La vida es válida si la amamos, y solo podemos amar la vida si amamos a los demás.
Somos por esencia seres vivos y necesitamos ser conscientes de los que están a nuestro alrededor y de lo que sucede en el mundo.
La vida es para celebrarla, para aplaudirla, para vivirla con gratitud y pasión, aunque tengamos momentos de sufrimiento, de dolor, de “sin sentido”; eso forma parte del equipaje que hemos de llevar en este viaje.
Celebrar, según el diccionario de la RAE, es “conmemorar, festejar una fecha, un acontecimiento” y también “alabar, aplaudir algo” o “reverenciar, venerar solemnemente con culto público los misterios de la religión y la memoria de sus santos”.
En la Residencia Sagrado Corazón de Fraga hemos celebrado el 8 de junio la fiesta de su “titular”, el Sagrado Corazón, fiesta de gran tradición y arraigo en la Iglesia Católica en la que hacemos memoria del amor gratuito e infinito de Dios al mundo en la persona de Jesús, su Hijo amado.
Dios es todo corazón, un gran corazón, un corazón misericordioso y compasivo, que ama siempre y sin condiciones. Su corazón amante es un canto a la libertad, a la generosidad, como cantamos en el himno de la Liturgia de las Horas, “los cielos y la tierra en su grandeza, proclaman tu poder Dios creador, con fuerza y con ternura nos repiten Dios tiene corazón”.
Y hemos celebrado la fiesta, todos la hemos celebrado. La Eucaristía fue compartida, rezada, cantada, sentida, vivida con pasión y con recuerdos que nos llevaron a otros momentos de nuestra vida, con nostalgia pero con cariño, afianzando el significado y la emoción de otros momentos para encontrarnos con nosotros mismos, aceptando que la sucesión de los años debilitan nuestras fuerzas físicas, nuestra capacidad de recordar lo más inmediato, nuestras posibilidades de seguir valiéndonos por nosotros mismos, pero fortalecen la experiencia, la sabiduría de quien ha aprendido de la vida, del saber estar ante ella con elegancia y estilo, haciendo frente a las tempestades, pero también luchando por y para los que nos seguís, para que el camino que todos hemos de recorrer lo hagamos con dignidad, con fracasos y con éxitos, con sombras y con luces, con llantos y con risas, con silencio y con soledad, con palabras y con compañía. La vida no es siempre como queremos que sea, pero es apasionante vivirla.
Haber vivido muchos años nos hace muy fuertes por dentro, y aprendemos a reconciliarnos con nosotros mismos y con los demás. La frescura de la juventud se transforma en sonrisas surcadas por días y noches de generosidad.
Firmado: Los residentes de la Residencia Sagrado Corazón